Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1876-1877 (Cortes de 1876 a 1879)
Sesión: 3 de enero de 1877
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 160, 4548-4550
Tema: Suspensión de las garantías constitucionales

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra para rectificar.

El Sr. PRESIDENTE: la tiene S. S.

El Sr. SAGASTA: No extrañe el Sr. Vallarino que no haya rectificado a su discurso; por no molestar varias veces la atención del Congreso, he preferido hacerlo al mismo tiempo que rectifico lo dicho por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

El Sr. Cánovas del Castillo, en la idea de que yo había rechazado la aprobación por esta mayoría de los actos que ejecutó el Gobierno del partido constitucional durante esa dictadura, creía ver en mí más soberbia que la que S. S. tiene.

El Sr. Presidente del Consejo está equivocado. Si aquel Poder hubiera concluido su vida dentro de la legalidad, si hubiera tenido el tiempo bastante para terminar su misión, al país reunido en Cortes hubiera dado cuenta de su conducta. Pero aquel Poder fue derribado por un acto de fuerza, y no tenía que dar cuenta de sus actos a los que le derribaron. (Aplausos en los bancos de la minoría constitucional.) Más soberbia hay en el vencedor al proponer el perdón a los vencidos, que en los vencidos al rechazarlo. Es soberbia en el vencedor, lo que es dignidad en el vencido, y por eso no quiere ni necesita vuestra aprobación. (Nuevos aplausos en la izquierda.)

Que no confunda, pues, el Sr. Presidente del Consejo de Ministros lo que es dignidad en mí con lo que puede ser y seguramente es soberbia en S. S.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha entrado después a explicar la organización del partido que ahora capitanea, y con ese motivo, y rechazando la teoría que acerca de los partidos constitucionales había yo expuesto, parece que ha tratado de deshacer hoy la obra que el otro día hacía el Sr. Ministros de la Gobernación. Hoy ha tocado a los disidentes; el otro día tocó a la minoría constitucional. (Risas en el centro e izquierda. -El Sr. Alba Salcedo: Está conocido el juego.)

Yo felicito a los disidentes por el ofrecimiento que les hace el Gobierno; pero de cualquier modo, no es ofrecimiento que pueda halagarles mucho, porque si nosotros hemos de ser el partido más conservador de todos los liberales, y el Sr. Cánovas y los suyos han de constituir el partido más liberal de todos los conservadores, declaro a los disidentes que no queda puesto para ellos.

De cualquiera manera, entre la franqueza del señor Ministro de la Gobernación, que sin ambages ni rodeos excluye a SS. SS, y los ofrecimientos ineficaces que hace y deshace el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, yo optaría por la franqueza del Sr. Ministro de la Gobernación. (Risas.)

Pero ha supuesto S. S. que tenía yo una grande pretensión al creer que el partido constitucional era el más liberal dentro de la Monarquía. Tiene esa pretensión este partido y quisiera realizarla; pero si hay otros partidos más liberales dentro de la Monarquía, tanto mejor para la Monarquía y para nosotros, porque hemos de estar tan cerca que nos confundiremos; nosotros no rechazamos a nadie. Si hubiera un partido liberal más avanzado, de esos que apenas caben dentro de la Constitución, pero que a pesar de ser más liberal quisiera afianzar la Monarquía, nosotros lo celebraríamos, porque lo que queremos es hacer compatible la libertad con la Monarquía, y al fin y al cabo con él habíamos de estar. Pero si eso nos sucede a nosotros, ¿qué sucederá a los que sostienen el novísimo partido del Sr. Cánovas después de sus novísimas afirmaciones, cuando hay muchos en ese partido procedentes del campo moderado, por creer que era el partido más conservador dentro de la Monarquía?

Preguntaba S. S. si pretendía yo excluir del juego constitucional a todos los de la víspera. Yo no abrigo semejante pretensión; pero le advierto a S. S. que no todos los que componen el partido que ahora capitanea son de la víspera; muchos veo en la mayoría que la víspera estaban con nosotros, ocupando altos puestos. Yo lo que quiero, y lo quiero en bien de las instituciones, es que se formen aquí dos grandes partidos. Claro es que dentro de los grandes partidos hay diversas tendencias; pero esto, lejos de ser un obstáculo, es lo que regulariza su marcha. Hay en los partidos vanguardia y retaguardia, que hacen que no avancen ni se detengan demasiado; de aquí esas diferentes tendencias; y creo que mis aspiraciones están más en relación con lo que se practica en los gobiernos representativos que esas de S. S., de un partido liberal y otro más liberal, y de un partido conservador y otro más conservador, que vienen a darnos como mínimo cuatro partidos.

Por lo demás, hablando de partidos, S. S. no me ha comprendido, sin duda porque no me he explicado bien. Yo no he atacado la antigua unión liberal; todo lo contrario. Yo dije que por el alejamiento del Poder en que constantemente se tenía a uno de los dos partidos que había en España, se descompuso uno de los dos elementos del sistema representativo y se acudió entonces a la unión liberal, que prestó un gran servicio dilatando la catástrofe, pero que no pudo evitarla, porque le faltaba al edificio constitucional una de las dos columnas que le sostenían, y manifesté bien claramente que la unión liberal no era responsable, sino otros, de la catástrofe que por último tuvo lugar. Así es que el partido progresista [4548] atacó durante el mando de la unión liberal a este partido, no porque en aquellas circunstancias no fuera bastante liberal, sino porque el partido progresista, desheredado del Poder, abandonó la legalidad y le importaba poco que fuera la unión liberal u otro partido el que rigiese los destinos del país.

Nos echa en cara S. S. las diversas procedencias que supone hay en el partido constitucional, y me ha preguntado qué considero yo necesario para dar por formado un partido. Señor Presidente del Consejo de Ministros, es necesario para esto pasar al menos por la oposición, porque es muy fácil en el Poder tener partido; lo que hay que procurar es que cuando se desaparezca del Poder continúe ese partido. Por lo menos necesita el partido de S. S. esa prueba. El partido constitucional, además de la oposición, ha pasado por grandes vicisitudes; ha pasado por el crisol de la desgracia, ha pasado por grandes conmociones, ha pasado por grandes revoluciones. ¿Le parece poco a S. S. revoluciones que han tenido por objeto nada menos que derribar una dinastía secular? Pues por eso ha pasado el partido constitucional, por esas vicisitudes, por esos conflictos, por esos peligros, que son los que necesitan atravesar los partidos que tengan verdaderas condiciones de colectividad. Mientras estéis en el Poder ¿qué garantías podéis ofrecer de ser un verdadero partido?

Yo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, dada la organización política de nuestro país, he negado que las Cortes con el Rey tengan derecho para variar la Constitución por las leyes ordinarias, sin que pueda servir de ejemplo lo que pasa en Inglaterra, donde no hay Constitución escrita. En ningún país en que la Constitución esté escrita con ciertas formalidades se puede variar esa Constitución por una ley ordinaria y común; porque si se pudiera variar, ¿para qué la Constitución? ¿Hay, o no Constitución? Pues si la hay, es necesario que sea por todos respetada y que no se pueda variar por una ley común. Es un pacto que obliga lo mismo a los gobernantes que a los gobernados. Esa teoría está sostenida en todas partes y la proclaman Brougham y otros publicistas ingleses, y se practica allí en cuestiones varias, a alguna de las cuales, aunque aisladas, no pueden tocar fácilmente los Poderes públicos. Que toquen al Habeas Corpus, que toquen al bill de los derechos; que toquen al Jurado; es bien seguro que no les tocarán.

La Constitución, pues, no puede variarse por una ley ordinaria; y es claro que si la Constitución pudiera cambiarse por una ley ordinaria, se cambiaría siempre que lo tuviesen por conveniente las Cortes; y bueno será que sepan esto los que no acepten la Constitución y que podrían hacer el día de mañana lo que S. S. cree que se puede hacer. Con este motivo nos recordaba el Sr. Presidente del Consejo de Ministros la ley de imprenta. El decreto dictatorial, que se ha convertido en ley de imprenta, establece que no se puede fundar un periódico sin que dé la autoridad su permiso; luego se anula el derecho que la Constitución otorga a todos los españoles de publicar libremente sus ideas. Hay por lo tanto que elegir entre la Constitución o esa ley, y los Poderes públicos no han hecho bien al decretar una ley que han debido rechazar por ser contraria a la Constitución. Si no, ¿para qué alzáis la suspensión de las garantías? ¿No seguirá sometida la prensa al mismo decreto dictatorial que antes de alzarse esa suspensión? ¿Qué va ganando la prensa con el alzamiento de la suspensión de garantías?

Lo mismo que digo de la prensa digo del derecho de reunión y asociación.

Es necesario no poner al país en condiciones difíciles ni provocar conflictos. Dada la Constitución no pueden regir las leyes que son contrarias a ella. Por lo demás, no sirve invocar precedentes; a mí no me gustan los precedentes, porque es el sistema de los tontos, que no hacen sino lo que han visto hacer; pero en último resultado, los precedentes no pueden ser nunca una razón; podrán ser una disculpa, pero una disculpa mala, y aun para eso es necesario que las circunstancias que sobrevinieron en el precedente sean iguales a aquellas que rodean a los hechos sobre que quieren fijarse, porque de otra manera se va al absurdo. Lo que en una ocasión puede ser conveniente, puede ser perjudicialísimo en otra, y tan absurdo sería aplicar medidas extraordinarias a circunstancias normales, como aplicar medidas normales a circunstancias extraordinarias.

Pero, en fin, el Sr. Presidente del Consejo de Ministros busca precedentes, y nos dice que otros muy liberales establecieron para la prensa yo no sé qué legalidad. Yo no os niego el derecho de establecer la legalidad que queráis, y además tenéis la ventaja de poder ser tan reaccionarios como queráis, porque la Constitución es tan elástica que cabe el ser todo lo reaccionarios que os plazca; pero hacedlo dentro de la Constitución; estableced la ley que según la Constitución ha de regular el ejercicio de la prensa, y allí os podéis hartar de reaccionarismo, y tanto peor para vosotros; pero mientras no os salgáis de la Constitución yo no os diré nada, pues estamos en un tiempo en que se contenta uno con tal que el Gobierno sea constitucional, con tal que obre dentro de la ley.

Que sigue o se mantiene el art. 7º respecto a corporaciones populares. Pues, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, no puede continuar; es un absurdo lo que el Gobierno va a obligar a votar al Congreso. Vuelvo a leerle; dice así: "Las Diputaciones y Ayuntamientos continuarán constituyéndose en la misma forma prescrita por la orden ministerial de 5 de febrero de 1874 y decreto del Ministerio-Regencia de 21 de enero de 1875, hasta que promulgadas las nuevas leyes provincial y municipal pueda procederse con arreglo a ellas a su renovación."

¿Se ha promulgado las leyes provincial y municipal? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Pero no se ha procedido aún a la renovación) ¿pero están promulgadas las leyes? Es evidente; no busquemos, pues, sutilezas, porque no os sirven para nada en este caso. ¿Para que queréis este artículo? ¿Es que os proponéis hasta que tomen posesión los nuevos Ayuntamientos separar y nombrar los que os convengan? Pues aun cuando lo dijera el artículo, esto no podríais hacerlo porque estáis dentro del período electoral. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Las vacantes naturales. -Las Minorías: No, no.) Ni las vacantes, ni nada. Pues qué, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, ¿no están vigentes las leyes provincial y municipal? Pues en ellas se prevén todos los casos, y cuando hay vacantes dicen cómo se han de proveer. Por consiguiente, en ningún caso, absolutamente en ninguno podéis hacer uso de ese artículo. Decid más bien que, a pesar de la Constitución hecha por vosotros, a pesar de las leyes hechas por vosotros, todavía queréis que haya una Constitución superior a la Constitución, una ley superior a la ley, que es la omnipotente voluntad del Gobierno. (Bien, bien, en los escaños de la izquierda) [4549]

El Sr. PRESIDENTE: Su señoría está rectificando y no lo parece.

El Sr. SAGASTA: Me ha atribuido el Sr. Presidente del Consejo de Ministros un error en la idea de que yo hacía signos afirmativos, de que yo había combatido la suspensión de las garantías constitucionales en las Provincias Vascongadas. No; aquellas provincias se encuentran en circunstancias extraordinarias y yo no lo discuto; establecer en buena hora la suspensión de las garantías constitucionales para aquella parte de la Nación española; esto es lo único que se puede hacer conforme a la Constitución. Pero me dice S. S.: es que además se pueden necesitar otras facultades extraordinarias, como las de nombrar y separar Ayuntamientos. Bien; eso está fuera de la Constitución, y como se trata de dar cumplimiento a la Constitución, no se puede consignar eso en este proyecto de ley. Cabe el que vengan esas circunstancias extraordinarias en aquellas provincias, y entonces puede hacerse esa ley especial, excepcional para ellas y nosotros la combatiremos; pero aquí que de lo que se trata es de restablecer la Constitución en todo su vigor, no cabe lo que os proponéis. Esa ley especial no la creemos necesaria, porque la Constitución da medios bastantes para acudir a todas las dificultades de circunstancias extraordinarias en que pueden encontrarse aquellas provincias o cualquiera parte del territorio, las cuales son bastantes para dominarlas. Mas si las circunstancias extraordinarias llegaran hasta tal punto que el Gobierno creyese que necesitaba todavía más, entonces puede venir a las Cortes, y nosotros, repito, combatiremos eso porque creemos que nunca pueden las Cortes dejar de cumplir la Constitución, aunque sea para casos especialísimos.

Nosotros no hemos puesto dificultades al Gobierno para la cuestión de las Provincias Vascongadas; habríamos querido ver en él más energía, más resolución, y quisiéramos ver ahora menos arbitrariedad.

Por lo mismo que justamente se trata de imponer a las Provincias Vascongadas las obligaciones que la Constitución consigna para todos los españoles, queremos que se les tengan las consideraciones que se deben a las demás. Pero ya veo la razón de esta desigualdad; vosotros queréis conservar las facultades discrecionales en las Provincias Vascongadas de variar y separar Ayuntamientos con un artículo imposible de sostener, con un artículo que no os sirve de nada, para mantener esas mismas facultades en el resto de la Nación. Pues eso es imposible.

Y así es que yo voy a prescindir de todas las teorías y de todas las doctrinas en que ha entrado el señor Presidente del Consejo de Ministros. Su señoría ha evocado la historia, ha rebuscado antecedentes para argumentarnos; pues bien; yo le concedo ahora todo a S. S.; hemos sido muy malos, lo hemos hecho muy mal; yo lo acepto, no lo discuto; pero vuelvo a mi tema; no se cumple la Constitución, y nosotros queremos que se cumpla.

Y si la Constitución no se cumple por falta de leyes que la complementen, no nos vayamos a nuestras casas, no cerremos estas puertas sin acabar de hacer esas leyes que permitan el ejercicio regular de la Constitución del Estado. De manera que aquí no hay salida. El Gobierno falta a sabiendas a la Constitución, y quiere establecer una normalidad con las infracciones constitucionales. Pues esto no se pude hacer sin que salga una protesta de los bancos de la oposición, ya que a la mayoría no le importa nada. (Bien, muy bien, las oposiciones.)

El Sr. PRESIDENTE: Recuerde S. S. que está rectificando.

El Sr. SAGASTA: Tiene mucha razón el Sr. Presidente; pero el asunto es tan grave, que abrigo la seguridad de que S. S. ve con tanto dolor que la Constitución esté violada, que? (Risas)

El Sr. PRESIDENTE: Yo no veo más sino si se cumple o no se cumple el Reglamento.

El Sr. SAGASTA: ¡Ah, qué poco importa que se cumpla el Reglamento si se viola la Constitución! Y eso es lo que quiero evitar; y créame el Sr. Presidente del Consejo, que nosotros no pedimos el Poder, no se nos ocurre siquiera el pedirlo; lo que únicamente pedimos es que la Constitución se cumpla. Si esos Ministros por compromisos anteriores no la pueden cumplir, que vengan otros Ministros; y después que la Constitución se cumpla, procuraremos que el Gobierno que a ese suceda sea más liberal; pero ante todo y sobre todo que la Constitución se cumpla, aunque el Gobierno sea reaccionario, porque aquí estaremos para combatirle; pero ante todo y sobre todo que sea constitucional, porque Gobiernos inconstitucionales son imposibles. (Bien, bien) [4550]



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